El Ave Verum Corpus de Mozart

Ave Verum de Mozart - partitura original

Imagínate la escena: 1791. Mozart, nuestro genio travieso y sensible, está hasta arriba de trabajo. Anda liado con una ópera mágica que te dejará con la boca abierta («La flauta mágica») y, para colmo, está metido de lleno en un «Requiem» que suena a despedida cósmica (pobre, ¡no sabía que iba a ser la suya!). En medio de todo este torbellino creativo, Mozart se escapa un ratito a Baden bei Wien. ¿El motivo? Su querida Constanze, su esposa, necesitaba un respiro y unas aguas termales para recuperarse de su sexto embarazo. ¡Seis! La familia Mozart era prolífica, ¡vaya que sí!

En Baden, Mozart traba amistad con Anton Stoll, el jefe de la música en la iglesia local. Y es para este buen hombre, seguramente pensando en la festividad del Corpus Christi (una fiesta religiosa importante), que nuestro amigo Wolfgang se saca de la manga una pequeña maravilla: el «Ave verum corpus». Imagínate, una pieza escrita para la iglesia de un pueblito, ¡pero con la magia de Mozart!

Este motete es como un susurro, una oración musical cortita pero intensa. No esperes la grandilocuencia de una sinfonía o una ópera. Aquí, Mozart nos habla al oído, directamente al alma.

Un Texto con Solera: El «Ave verum corpus» Medieval

La letra que Mozart eligió para esta pequeña joya tiene más historia que un mueble antiguo. El «Ave verum corpus» es un himno en latín que se escribió allá por el siglo XIV. ¡Imagínate! Se lo achacan al Papa Inocencio VI, aunque hay quien dice que pudo ser otro el autor. En cualquier caso, es un texto que lleva siglos emocionando a la gente.

¿De qué va la letra? Pues es una reflexión sobre la Eucaristía, ese momento tan especial para los católicos en el que se recuerda la presencia de Jesús. Nos habla de su nacimiento de la Virgen María, de su pasión y cómo lo clavaron en la cruz por nosotros. También recuerda cómo de su costado brotó agua y sangre. La letra termina pidiendo que esa presencia sea un anticipo para nosotros en el momento de la muerte. Un texto profundo, ¿verdad?

Curiosamente, Mozart dejó fuera la última estrofa, una que empieza con un «O Iesu dulcis» («Oh Jesús dulce»). ¿Por qué? Pues no lo sabemos con certeza. Quizás quería que la pieza fuera más concisa, o quizás sintió que ya había dicho todo lo que quería musicalmente. ¡El misterio de Mozart!

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Desgranando la Música: Sencillez con Alma

El «Ave verum corpus» es cortito, ¡apenas 46 compases! Dura lo que un buen suspiro, unos dos o tres minutillos. Está escrito para un coro de cuatro voces (sopranos, altos, tenores y bajos), unas cuerdas que arropan con su sonido (violines, violas, chelos y contrabajo) y un órgano que le da ese toque celestial.

La pieza está en Re mayor, una tonalidad que suele sonar alegre y luminosa. Pero aquí, Mozart la usa con una delicadeza que te llega al corazón. La estructura es sencilla, como si la oración se desplegara de forma natural.

La Primera Parte: Un Saludo al Cuerpo Verdadero

La cosa empieza suave, con las cuerdas tocando casi en secreto, creando una atmósfera de humildad y devoción. Poco a poco, entra el coro. Primero las voces graves, como un murmullo, y luego se van sumando las sopranos con una melodía que sube, como si el espíritu se elevara.

La melodía principal, la que cantan las sopranos al principio, es de una belleza que te pellizca el alma. Fluye como un río tranquilo, adornando palabras importantes como «verum» (verdadero) y «Virgine» (Virgen) con pequeños adornos musicales. La armonía es rica, pero sin ser complicada, con unos acordes que te hacen sentir ese anhelo y esa adoración.

Imagínate a las cuatro voces del coro cantando casi al unísono, como si fueran una sola alma rezando. A veces, Mozart introduce pequeños juegos entre las voces, como si se respondieran unas a otras en secreto, pero sin que la melodía principal se pierda.

Esta primera parte termina con una pausa, justo cuando cantan «en la cruz por el hombre». Es como si hiciéramos una reverencia ante ese sacrificio.

La Segunda Parte: El Costado Abierto y la Esperanza Final

La segunda parte empieza igual que la primera, con esa melodía suave de las cuerdas. Es como si volviéramos a ese ambiente de recogimiento. El coro entra de nuevo, pero ahora con un aire un poquito más melancólico, recordando el costado herido de Jesús y la sangre y el agua que brotaron.

La melodía se vuelve más suave, como si estuviera llorando. Mozart usa unas notas un poco más «tristes» para que sientas ese dolor, sobre todo cuando cantan «de cuyo costado traspasado».

Hay un momento muy emotivo cuando cantan «brotó agua y sangre». La melodía sube un poquito y luego baja suavemente, como si viéramos ese líquido vital fluyendo.

La pieza llega a su momento más intenso cuando hablan del «trance de la muerte». La música se hace un poquito más fuerte, pero luego se resuelve en un acorde final que suena a paz, a esperanza en medio del dolor.

El final es pura serenidad. Después del último acorde, las cuerdas vuelven a tocar un poquito de la melodía del principio, como si cerraran un círculo, dejándonos una sensación de paz profunda.

El Sonido de una Época: Clasicismo con Corazón

El «Ave verum corpus» nació en una época musical muy interesante, el Clasicismo vienés. Piensa en la música de entonces como algo elegante, equilibrado, con melodías bonitas y armonías claras. Mozart era un maestro de esto.

Pero en esta pequeña pieza, aunque sigue las reglas del Clasicismo, le añade un toque de sentimiento muy personal, algo que luego se desarrollaría más en la época que vino después, el Romanticismo. Es como si Mozart, en su sencillez, nos estuviera mostrando un pedacito de su alma.

En la época de Mozart, la música religiosa seguía siendo muy importante. Aunque él no escribió tanta música sacra como otros compositores, las que hizo, como este «Ave verum corpus» o su «Requiem», son verdaderas joyas que demuestran lo bien que entendía la fe y cómo transformarla en música que te llega hondo.

Lo especial del «Ave verum corpus» es que, a pesar de ser cortita y sencilla, tiene una fuerza emocional increíble. No necesita grandes orquestas ni coros enormes para emocionarte. Su belleza directa y sincera ha hecho que siga tocándose y escuchándose en todo el mundo.

Un Legado que Emociona

Aunque Mozart la escribió para una pequeña iglesia y para un amigo, el «Ave verum corpus» ha conquistado corazones en todas partes. Se ha convertido en una de esas piezas de música sacra que todo el mundo conoce y ama.

Su melodía preciosa, su armonía que te acaricia y la profunda devoción que transmite la han convertido en una obra atemporal. Es como un pequeño tesoro musical que nos recuerda que a veces, la belleza más grande se encuentra en la sencillez.

En los últimos meses de su vida, Mozart nos regaló esta maravilla. Un canto puro y sincero que nos habla de fe, de sacrificio y de esperanza. Es un susurro divino que sigue resonando hoy en día, demostrando que la música, cuando nace del corazón, tiene el poder de tocar el alma para siempre. Así que la próxima vez que escuches este pequeño milagro musical, cierra los ojos y déjate llevar por la magia de Mozart.

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